Buenos Aires 8 de febrero de 2015 (lasillarota.com).- Hace cinco años, a la veracruzana Gabriela Setien Villar se le ocurrió que podría fabricar tortillas de manera casera en Argentina, pero bien hechas, a partir del complicado y ancestral proceso de nixtamalización que inventaron las culturas prehispánicas y que ahora está al borde de la extinción.
Hoy, lo que comenzó como un pequeño emprendimiento en su casa se convirtió en un negocio que se consolida bajo el nombre de “Las tortillas de Pancho Villa”. Su producción diaria fluctúa entre 720 y mil 800 tortillas en una mini fábrica al estilo mexicano, pero ubicada en las afueras de Buenos Aires.
El preciado alimento, indispensable en la gastronomía mexicana pero que es cada vez más demandado en Argentina, sirve para surtir a 40 restaurantes que son clientes fieles de Setien Villar, quien lleva adelante la microempresa con el apoyo de su marido, Pablo Schidlowski.
Esta historia comenzó en 2001, cuando la mexicana y el argentino se conocieron en Toronto, a donde ambos habían ido a probar suerte, y se enamoraron. Tiempo después se mudaron a Buenos Aires con la promesa de un trabajo que le hicieron a él y que jamás se concretó.
Setien Villar recibe a Notimex en el local que acondicionó como tortillería en la localidad de San Martín, en la zona norte de la provincia de Buenos Aires, y en donde no dejan de moverse de un lado a otro cuatro jóvenes empleados que preparan las tortillas en diferentes máquinas.
“Soy como la reina del sur... pero de las tortillas”, explica entre risas esta mujer de 44 años y corto cabello oscuro que destila por todos los poros la amabilidad que tantas puertas les abre a los mexicanos en el extranjero.
Extrovertida, como buena veracruzana (de Córdoba, para más señas), Setien Villar descansa un rato de la toma de pedidos telefónicos para contar que cuando llegó a Buenos Aires de inmediato buscó tortillas, pero sólo encontró a vendedores mayoristas.
“No estaban mal hechas, pero eran muchas, aunque no son como las de México porque aquí el maíz no es el mismo, debemos ser conscientes de que las tortillas a fuerza van a ser diferentes si las preparamos en otros países”, afirma.
Para llegar a ser una experta en la elaboración de tortillas tuvo que estudiar todo lo que pudo en internet y preguntar y repreguntar a su familia y amigos mexicanos, hasta que, a fuerza de experimentos, logró nixtamalizar, moler y elaborar un producto digno pero sobre todo, sabroso.
El problema es que los pedidos aumentaron de manera paulatina y la planchita que utilizaban al principio en su casa fue insuficiente.
Ahí fue que entró en acción su esposo, Pablo, quien no dudó en meterse a Youtube para buscar cuanto video hubiera de las tortillerías mexicanas con el fin de descifrar el funcionamiento de las máquinas que permiten el interminable desfile de las tortillas redondas que entran crudas y salen cocidas, listas y calientitas para el cliente.
“Sin querer queriendo”, como él mismo explica, se convirtió en un inventor de máquinas tortilleras, ya que desarmó y rearmó una estampadora de camisetas, le anexó un horno de tres pisos y consiguió una producción a mayor escala, y ahora ya está lista otra que permitirá un mejor acabado.
“Son máquinas únicas, inventadas y construidas por mí”, dice Schidlowski sin evitar el orgullo, pero sin caer en la presunción, porque si saben de algo él y su esposa es que este es un trabajo que ahora les permite vivir, pero les exige muchos sacrificios.
Por eso es que hace cinco años que no toman vacaciones, ya que no pueden desatender a sus clientes mayoristas y minoristas, y no han encontrado a personal de confianza que pueda hacerse cargo de los pedidos, envíos y cobros.
“Pero estoy contenta, de esto vivo aunque hay que luchar mucho. Trabajamos de siete y media de la mañana a ocho y media de la noche. Hay todavía mucho por aprender, quiero perfeccionar la nixtamalización porque en el futuro nuestra tortilla debe ser el producto perfecto”, resume Setien Villar con la ilusión de defender al máximo la rica identidad culinaria de México.