Por: José Enrique García Sánchez
TIJUANA BC 16 DE NOVIEMBRE DE 2015 (AFN).- La suya puede ser una historia representativa de la típica jefa de familia que encontró en Tijuana, el cobijo y oportunidad para salir adelante.
Nayarita de nacimiento, María de Jesús Rosales se asentó en esta ciudad hace casi medio siglo y pronto encontró trabajo haciendo lo que sabe muy bien: cocinar.
Después de laborar en un restaurante en la delegación de La Mesa, decidió emprender su propia aventura y eligió la misma zona donde todavía hoy podemos encontrarla.
Así nació Café Tepic, casi en la esquina de avenida Los Charros y Bulevar Díaz Ordaz, donde su sazón casero atrajo a policías, abogados y funcionarios de la Delegación y, poco a poco, a trabajadores de la zona.
Sus hijos, recuerda, dormían en el suelo del lugar. Atrás del sencillo local sembró un aguacate chiapaneco de donde proviene el fruto que usa en sus guisos, y con mucho esfuerzo amplió y arregló las instalaciones, donde hoy cabe cerca de una treintena de comensales, entre los que desfilan periodistas, y políticos de todos colores.
Ahí aprendieron a servir mesas sus hijas, mientras cursaban sus estudios básicos hasta llegar a convertirse en maestras. Sus hijos Jaime y Omar son parte del equipo. Con ellos, la familiar figura de Ceci, una sonriente chaparrita que atiende a los cotidianos visitantes.
En un par de meses Doña Chuy estará cumpliendo 43 años del inicio de ese esfuerzo que le permitió garantizar a sus hijos, una profesión y la oportunidad de emprender una vida propia que ya disfrutan, una mejor que la que ella pudo construir para sí misma.
El árbol de aguacate ha sido mudo testigo de la contribucion pionera que Doña Chuy ha hecho a la oferta gastronómica de la ciudad, a la que ha tomado por lo menos medio siglo pasar de las loncherías a la cocina mediterránea y la llamada BajaMed. En una ciudad que apenas ha cumplido 127 años, la nueva gastronomía es apenas una adolescente.
Conforme se aproxima el aniversario, se acerca lo que parece un punto de quiebre en su fructífera existencia. La posibilidad de cerrar las puertas del negocio y retirarse.
Su corazón se apachurra cuando platica el enorme dilema que eso significa, aunque está consciente de que la cocina le ha pasado una enorme factura en los ojos y rodillas, que ya no dan para más.
“Todavía me siento fuerte, y no tengo ni alta presión ni diabetes… “, dice, como queriendo convencerse de que todavía puede seguir adelante.
Esa cocina también le ha dado una de las mejores cosas: la extraordinaria experiencia de ser una persona conocida y reconocida por cientos de residentes de la ciudad y del sur de San Diego, que con regularidad buscan el pavo de los jueves, o los chiles en nogada durante septiembre, o los abundantes desayunos que acompaña con jamón de pierna o chorizo elaborado por ella, el flan de la casa o las aguas de frutos, y el tepache que surge de su cocina.
Su rostro se ilumina cuando de pronto alguien aparece en la puerta de su negocio preguntando por ella y dice: “venimos a ver si es cierto que cocina tan rico como dicen en la radio”.
“Esto ha sido mi vida”, dice mientras suspira y hace un gesto que a ratos parece puchero. Su rostro dice lo que su boca calla, como quien está en el trampolín de una alberca preguntándose “me aviento o no me aviento”.
Por lo pronto, y mientras ese momento llega, este miércoles desde las 7 de la mañana estarán listos –como todos los días- para atender a quien toque su puerta, con la hospitalidad de siempre.