CORTESÍA PARA AFN
TIJUANA BC 23 DE ENERO DE 2021.- Sí, suena exagerado, pero eso fue justo lo que pensé cuando me dieron
mi diagnóstico positivo a Covid-19. No lo pude evitar. Soy una persona positiva y echada para adelante, pero ya he sufrido suficientes muertes por esta enfermedad a mi alrededor como para no pensarlo.
Había pasado una semana desde que a mi pareja lo habían diagnosticado con el virus y decidimos separarnos en diferentes casas, aunque nuestra doctora
ya había pronosticado que era inevitable que ambos estuviéramos contagiados.
Pasé esa semana en aislamiento sin mayores problemas, fuera de un dolor muscular que justifiqué diciéndome que era porque había ido al gimnasio solo un día esa semana y no había regresado. Error.
Al recibir mi diagnóstico positivo, tomé el resultado con calma ya que una de mis mejores amigas estaba presente y uno de mis mejores amigos tomó la muestra para darme ese resultado, pero pensé ¿Qué hago? ¿Qué sigue? ¿Cómo me preparo para “vivir” la enfermedad?
Gracias al trabajo previo del médico con mi pareja, ya estaba en tratamiento, por lo que sabía que seguía en materia de medicina y remedios “naturales”.
Eso no era el problema. ¡Se lo tengo que decir a mi mamá! Y claro, era la parte más difícil. Tuve que prepararme mentalmente. Preparé mi discurso para sonar realista pero no fatalista. Difícil tarea cuando sabes que en México 1 de cada 10 hospitalizados por Covid19 se muere.
Dar la noticia
Escribí al chat de WhatsApp con mis hermanos y pregunté ¿Quién está con mi mamá? Le voy a hablar. Pasó lo que tenía que pasar: la dejé muy preocupada. La conozco y, además, justo porque se dedica al tema de la medicina, no había nada que le dijera que la fuera a tranquilizar.
Creo que nadie te lo dice y todos hablan de los síntomas y cómo superarlos, pero nadie te habla de tu paz mental. Esta es una enfermedad de la que te puedes morir muy rápidamente y todavía poco sabemos de ella y claro, muy poco sabemos de cómo reaccionar médicamente. Hay mucho de intuición y solamente algo de conocimiento científico.
Todo ese análisis, ese conjunto de decisiones, me llevó a lo inevitable: lloré, lloré como una magdalena. Me vi solo, con incertidumbre del futuro cercano y, sobre todo, me vi finiquitando mis días.
Es una impotencia brutal. Sabes que hay muchos casos de síntomas leves, pero al mismo tiempo no sabes cómo reaccionará tu cuerpo y eso te pone en una situación de indefensión absoluta.
Todo es el destino. No hay ningún control de tu parte. Es la voluntad del virus y de la capacidad desconocida de tu cuerpo para combatirlo.
Esa noche fue la peor de todo mi proceso. Mi estado de ánimo le dio cabida a la enfermedad y aprovechó cada espacio para atacarme: sudores, frío hasta los huesos, dolores musculares, malestar general y para decirlo claro, pensé en que me podría llevar la fregada esa misma noche.
¡Qué fuerte fue darme cuenta que no le tengo miedo a morirme, pero al mismo tiempo darte cuenta que tienes muchos pendientes antes de hacerlo!
Debo aceptar que soy ateo y me dan ternura todas esas expresiones de amor que aparentemente menosprecian a la ciencia y a los científicos para adoptar creencias en la que la gente pone su destino: las famosas “bendiciones”. Se agradece toda esa energía positiva (porque al final es eso) pero prefiero confiar en un buen médico y una medicina aplicada a tiempo y en la dosis correcta.
‘No estoy solo’
Algo que desde el momento de enfrentarme al diagnóstico decidí, es que no lo haría en la soledad de mi refugio, sino que lo compartiría con mis amigos, mi familia y mis seguidores. Nada de vivir este proceso solo.
La respuesta fue abrumadora, verdaderamente bestial. En un lapso de 24 horas pude compilar una cantidad impresionante de remedios científicos, medicinales, naturales, creencias y hasta vibraciones para superar este mal. Hasta un libro pequeño podría redactar.
Es hermoso saber, sentir que le importas a tanta gente. Que recibes amor transformado en mensajes, en recomendaciones, en regalos, en tés, en calditos, en comida, en plantas, en ¡lo que se te ocurra!
Mi cuerpo tuvo después algunos síntomas como el cansancio brutal, los dolores de cabeza, la sensación de los brazos y las piernas desprendiéndose e incluso de mis ojos saliendo de su órbita, pero todo soportable.
Lo importante para mí fue que en ese tiempo pude reflexionar sobre la maravilla de tener una red (de amigos) en la cual confiar.
Nada me faltó y al mismo tiempo me felicité por haber construido un castillo de amor a mi alrededor.
Me di cuenta de la importancia de la atención al enfermo, del mensaje, de la llamada rápida, del envío de tal o cual producto para mostrar que les preocupas, que estás ahí.
Fue tolerable
A toro pasado y ya con síntomas muy leves como haber perdido el olfato y el gusto o ese apagón de energía que aún me da por las tardes, puedo decir que tuve una enfermedad muy leve, muy soportable, muy tolerable.
Eso sí, me queda la satisfacción de que supe cómo reaccionar ante una adver sidad que no tiene forma, ni contenido, ni sabemos cómo atacar. Con el apoyo de mi Doctora, de mis amigos y de mi familia, pude soportar la incertidumbre ¡y atacar y prevenir síntomas! Me felicité por haber apoyado a los médicos y enfermeras que están en el frente de batalla en el Hospital General de Tijuana, la Cruz Roja, la Jurisdicción Sanitaria para ofrecerles cobijo con algunos donativos de mis empresas para tener espacios de relajación. No es choro: son unos verdaderos héroes.
Hoy leo los testimonios de quien ha sobrevivido la enfermedad o que quien la combate día a día en hospitales y me doy cuenta de lo irresponsables que hemos sido como ciudadanos. Se están muriendo muchísimos amigos de este maldito virus y no paramos de reunirnos. Se están afectando familias enteras y seguimos haciendo fila para entrar a una tienda de “descuento”. Es inaudito. Somos una fábrica de inconsciencia.
Espero que, al finalizar, porque esto se acaba como pandemia en unos meses con la vacuna universal, cambiemos nuestra forma de valorar (más, mucho más) lo intangible en nuestras vidas. Ojalá, aunque soy escéptico. Yo soy ahora una persona más agradecida. Más consciente de lo que me rodea y lo que realmente importa: apoyar a los tuyos.