Tijuana BC 12 de abril de 2015 (El Vigía).- Más de tres años de estar explorando la parte Sur de nuestro municipio en busca de sitios de arte rupestre, ha rendido bien sus frutos.
Las exploraciones las estamos haciendo entre los paralelos 28 y 30, es decir, toda la superficie del área natural protegida llamada Valle de los Cirios. Se trata de una extensión de 25 mil kilómetros cuadrados en la cual se encuentran dispersos un número indeterminado de sitios de arte rupestre, tanto pinturas como petrograbados.
En este tiempo hemos localizado y registrado un poco más de cien sitios, algunos ya conocidos, pero la gran mayoría totalmente desconocidos hasta ahora.
Estamos encontrando un patrimonio olvidado, una herencia perdida de gran valor arqueológico y cultural que hoy nos pertenece y estamos obligados a cuidar y conservar. Pero primero debemos conocer, por eso nació este proyecto de registro sistemático, para saber: ¿cuántos sitios tenemos? ¿dónde se encuentran? ¿en qué estado?
Y es que, aunque desconocidos muchos de ellos, varios peligros se ciernen. Uno es la ignorancia y el vandalismo. Están sujetos a los encuentros de personas que desconocen su valor histórico y los vandalizan y destruyen, e incluso se los roban, como lo hemos podido comprobar en algunos casos. Otro peligro es el olvido; quienes saben de muchos de estos sitios son los rancheros, los pocos que quedan, ya que los ranchos del Valle de los Cirios se encuentran en peligro de extinción y poco a poco están siendo abandonados. Si no se hace algo ahora por rescatar este conocimiento de muchos de esos sitios, pronto se perderá, ya que los rancheros ya no tienen a nadie a quien transmitírselo, sus hijos ya no quieren la vida del rancho y se están yendo a las ciudades.
AMBIENTE NATURAL EN RIESGO
Una de las amenazas más graves son los proyectos de desarrollo depredador, especialmente los mineros, que están aumentando rápidamente.
El más agresivo podría ser el de la mina de El Arco, del Grupo México, ya que piensa abrir una mina a cielo abierto que tendrá unos ocho kilómetros de diámetro. El impacto negativo de esta mina será tremendo, afectando gravemente al Valle de los Cirios y a la reserva de la Biósfera de El Vizcaíno, que se supone son áreas naturales protegidas, en donde los proyectos depredadores no tiene cabida.
Entre los muchos impactos que tendrá, uno será sobre el arte rupestre, y estamos hablando que afectará sobre todo al arte estilo Gran Mural, uno de los más bellos y antiguos, no solo de Baja California y México, sino de todo el continente americano. Por eso mi preocupación de hacer estas exploraciones y registros rupestres, para intentar hacer algo por ellos y minimizar sus amenazas. Desde luego, a las autoridades correspondientes parece no importarles dicha problemática.
Durante el pasado mes de marzo, mi amigo, el espeleólogo italiano Natalino Russo, y yo, efectuamos una exploración no lejos del pueblo fantasma de El Arco. Una semana anduvimos en los registros, principalmente a caballo, y nuestros guías nos mostraron un sitio maravilloso, a un lado de un amplio arroyo, con una presencia importante de petrograbados, es decir una serie de figuras que fueron talladas sobre la roca, no pintadas. La mayoría de estas formas son abstractas, sin embargo había algunas pocas en las que se distinguía bien lo que representaba, sobre todo figuras humanas.
Para llegar a ellas realizamos una cabalgata siguiendo una antigua vereda que nos condujo a través de una meseta hasta un amplio arroyo, en donde pudimos observar varios venados, así como una serpiente de cascabel.
La reacción, prácticamente instintiva de nuestros guías, fue la de matar a la víbora, un animal que medía más de un metro de longitud y que chillaba su cascabel advirtiéndonos que no nos acercáramos. Sin embargo logramos convencerlos de que dejaran ir a la víbora, ya que les dijimos que era un animal noble que avisaba y no atacaba así nada más.
Desde esta meseta tuvimos excelentes vistas de la serranía árida de la región, con su gran cantidad de plantas espinosas, entre cardones, cirios, garambullos, palo adán, choyas, biznagas, nopales, pitayas, y muchas otras. No por nada, cuando el misionero croata Fernando Consag exploró por vez primera esta región, allá por 1751, anotó en su diario la expresión: "Espantaba la aspereza a la vista”.
Después de varias horas de cabalgar llegamos al arroyo. Su cauce arenoso estaba mucho más amplio de lo normal, y es que el huracán Odile, que pasó por esta región, marcó bien su huella haciendo crecer los arroyos como nunca lo había visto la gente, causando mucha destrucción y asombro. En el arroyo pasamos la noche, y al día siguiente continuamos, aunque no pasó mucho tiempo para que llegáramos al sitio buscado.
Llegamos a una pared de piedra, a un lado del arroyo; en una parte había unas columnas de piedra, naturales, parecidas al basalto columnar. En todo un frente, superior a los 50 metros, se desplegaba una serie de petrograbados de excelente diseño, tallados en la roca suave formando todo tipo de figuras abstractas, muchas de ellas con diseños de tipo geométrico.
Un buen rato estuvimos extasiados observando este antiguo mensaje. Después vino el recorrerlas con cuidado para fotografiarlas y observar aspectos asociados, como algunas herramientas de piedra, entre otras cosas.
Estar ante un sitio así me emociona. Un lugar donde nuestros antepasados vivieron y sobrevivieron, un sitio que les permitió desarrollar su cultura y sus formas de vida. En pocas palabras, este es un sitio mágico en donde los antiguos invocaban por su futuro y expresaban buena parte de sus sentimientos a través del arte en las rocas.
Un sitio así sensibiliza hacia lo que fueron las antiguas culturas indígenas de esta tierra. ¿Cómo no hacer algo por protegerlos? ¿por cuidarlos? ¿por estudiarlos y conocerlos? ¿por conservarlos como parte de esa herencia que nos ha sido legada?
A un lado de los petrograbados localizamos una pequeña arrastra, es decir una especie de molino que utilizaban antiguamente para moler mineral. Se aprecia perfectamente en la roca como fue molido el mineral y como queda buena parte de la superficie de molienda.
DELINEAR UNA ESTRATEGIA DE RESCATE
En los siguientes días seguimos cabalgando, visitando otros sitios rupestres olvidados, y en cada uno nos maravillábamos ante el encuentro. ¿Cuántos sitios más habrá? La única manera de saberlo es explorar la región a detalle, aprovechando el conocimiento ancestral que tienen de esta tierra los últimos rancheros que aún quedan; visitando los ranchos, preguntando, haciendo amistad con ellos.
Casi todos son descendientes de los soldados misionales, los que llegaron con los misioneros a lo largo del siglo XVIII, y aquí se quedaron, dando vida a toda la Baja California cuando el sistema misional se colapsó desde la primera mitad del siglo XIX.
Me agrada platicar y convivir con estos rancheros, la mayoría son excelentes vaqueros. Cuando acampamos y estamos frente a la fogata tomando un café o un té, siempre me platican su sentir sobre el arte rupestre. Muchos de ellos se identifican con los hacedores del arte rupestre y los consideran, con todo derecho, parte de sus antepasados y de sus raíces.
Entre las cosas que platico con ellos es la forma en que podríamos lograr la protección y cuidado de los sitios. Hasta ahora su propio aislamiento los ha estado protegiendo, pero eso podría cambiar, sobre todo con el proyecto depredador de la mina de El Arco. Pero ya estamos desarrollando planes de cómo llevar a cabo esta protección.
Como lo comentaba antes, fuimos encontrando otros sitios, tan deslumbrantes como el descrito, pero éstos serán tema de futuros artículos. Por lo pronto doy a conocer esta riqueza y como es mucha la que tenemos, que si no la valoramos, la perderemos irremediablemente.