CRÓNICA
Por: Gabriela Martínez
MEXICALI, 22 ENERO DE 2012 (AFN).- En las inmediaciones de una llanura ubicada entre Tijuana y Mexicali, se ubica el cerro de El Centinela, también conocido como "El Viejo Guardián” según relatan algunas leyendas bajacalifornianas, al que constantemente ascienden escaladores expertos y aficionados para disfrutar del atractivo natural.
Este sábado, un grupo de aproximadamente 30 senderistas, originarios de diferentes municipios de Baja California, se reunieron en punto de las 7:00 horas para “atacar de frente al Centinela”, tal y como lo manifestó uno de los presentes.
Los excursionistas treparon entre las rocas y caminaron por las veredas un lapso aproximado de dos horas y media para llegar a la cima del “viejo guardián”, que está aproximadamente a mil 200 metros sobre el nivel del mar.
“Va a iniciarse el ascenso al Centinela aquí por la zona que se conoce como La Pedrera, por la carretera Mexicali-Tijuana; para muchos de nosotros ya es tradicional, es el sexto ascenso por esta ruta”, explicó Ignacio Alfredo Martínez Luna, senderista con muchos años de experiencia en Baja California.
Eran cerca de las 6:00 horas, y al Oriente, en el trayecto de La Rumorosa hacia El Centinela, apenas se vislumbraban los primeros rayos de un sol naciente en un cielo teñido de rosa.
Al llegar al punto de encuentro, alrededor de una docena de autos ya estaban estacionadas, algunos de residentes de Mexicali, otros de Ensenada y la mayoría de Tijuana.
Ya había amanecido por completo, y al cobijo del sol, los 30 “locos”, como afirmó una de las excursionistas aficionadas, iniciaron con su travesía: Caminar y ascender por diez kilómetros el imponente cerro varado entre Tijuana y la capital “cachanilla”, estacionado a 120 kilómetros de distancia de la primera y a 20 de la segunda ciudad.
En la historia de El centimela se guardan un sinfín de leyendas locales que han trascendido incluso a la literatura y la cinematografía nacional y mundial, como es el la del “Tesoro escondido de Joaquín Murrieta” o la del propio “Viejo Guardián”.
Con los ánimos y el entusiasmo a flor de piel, los exploradores iniciaron a subir, los primeros pasos fueron por un sendero ya marcado por otros pies, prueba de que otras vidas han transitado por ahí en días, meses y años pasados, y que en el presente son huellas que dejaron grabadas para manifestar su presencia, aun después del tiempo que transcurre.
Al principio fueron cientos de metros, que posteriormente y paso a paso se transformaron en miles; con un esfuerzo físico que rebasaba lo natural, y lo que al inicio era un sólo grupo en ascenso se convirtió en grupos más pequeños por el retraso de algunos, debido al fuerte viento, a las pieles ardorosas por los rayos del sol o por el polvo que no dieron tregua en todo el recorrido, e incluso ante el miedo de estar al bordo de los precipicios.
El centinela les estaba cobrando una fuerte factura por irrumpir en sus terrenos.
Pero a pasos firmes y certeros, la gente no se detuvo, y después de algunas horas la expedición logró cruzar por el “Paso de la Muerte”, sitio formado por un grupo de pequeños picachos que van por la loma del cerro, con una distancia aproximada a los 10 metros, en los que no hay nada hacia los lados y se está a una altura cercana a un kilómetro sobre el nivel del mar.
Pese al cansancio, tras caminar kilómetros de tierra en ascenso y escalar rocas cortantes, a escasos metros de una enorme cruz blanca de madera, enterrada en la cima del Centinela, el ánimo de ver tan cerca la meta hizo que en un último esfuerzo las piernas dieran para un poco más.
Esto es importante para una actividad donde la fuerza física es primordial, pero lo es aún más la actitud mental, y por ello los senderistas lograron llegar a la cima del cerro.
“Es maravilloso (llegar a la cima), son muchísimas cosas, uno logra mayor confianza en si mismo, es una sensación de logro increíble, y además como uno sube siempre acompañado, como que surge esta relación interesante entre los que llegamos", destacó Damaris Santos Ramírez, quien es la primera vez que sube al "Guardián".
Tras cinco horas y 10 kilómetros de distancia desandados, ya en tregua con el sol porque la ladera proyectaba su sombra en el sendero, quienes subieron el imponente cerro realizaron el descenso.
La sombra de La Rumorosa al atardecer los recibió en el punto de partida, y al llegar al mismo punto de encuentro y después de esperar a que cada uno de los excursionistas bajara, el grupo se dispersó en sus autos para regresar a sus lugares de origen, desde las inmediaciones de esa llanura ubicada entre Tijuana y Mexicali.