(CUENTO PRE-NAVIDEÑO)
Texto y foto: Manuel Villegas
TIJUANA BC 18 DE DICIEMBR DE 2021 (AFN).- Ayer, en la oficina, sobreviví a una invasión de piñatas y a un mini ataque de plantas carnívoras. Fueron mini agresivas, lo juro. Por suerte ustedes me leen aún. Por eso pude escribir este cuento pre-navideño. Es sobre "El Mopis": Un perro que me sigue, pero que no es mío.
Apenas repuesto del piñaterío, y de conocer muy de cerca cómo devoran varias especies de vegetales come-moscas, llegué a mi casa cuando ya había oscurecido. descansé un poco, y salí a la tienda por unas laterías. Ya era de noche y veo cómo el perro del vecino se me pegó como lapa. "¿A dónde crees que vas?", le digo, como si el can me entendiera. Me ignora y va ahí muy campante. Ora atrás, ora adelante.
Hoy no trae la colorida pijamita con la que lo protegen del frío. Pero a éste chucho no le importa. No parece tiritar. Levanta la pata como perro y en la pared hace de sus aguas él. "Eres un parrandero, muchachón, vete a casa", le digo de nuevo. "Ni siquiera eres mío, sácate". "¡Vade retro, "Mopis"!. Lo llamo "Mopis", por felpudo. Parece un trapeador, un mopeador, y dos o tres veces al año deben trasquilarlo. Si no lo hacen, tanto pelo no le permite mirar.
Yo no lo invité, pero cuido que no se baje al arroyo porque lo arrollan. Capaz que alguien lo vio salir y me lo endilgan si algo le pasa. Llego a la tiendita casi de la esquina y entro. El can se quedó afuera. Uno o dos minutos después salgo y ya no veo a "El Mopis".
No es mío, pues, que no me importe. Regreso y paseo la vista alrededor: Hacia el camellón, en las escasas áreas verdes, bajo los autos estacionados, en el negocio de pollos estilo paisano, en las tres estéticas de la cuadra, en la dulcería ya cerrada. No lo veo, y eso me molesta. No sé ni dónde ni con quién está. ¿Cruzaría la calle?. ¿Estará atropellado?. ¿Se lo habrán robado?. Pero sé que es un perro flojo, ¿cómo se va a desaparecer así nomás?. Estoy preocupado, lo admito. Me asusta que a esa pobre criatura la haya pasado algo.
En el área verde está un perrillo blanco que le ladra al aire. Allí debe estar. Con los suyos. Con la tropa perruna. Regreso y me olvido del mentado "Mopis".
Llego a casa, y al abrirse la reja del portón, veo al can muy quitadooote de la pena, sentado en la esquina, bajo su poste favorito. ¿Cómo llegó tan rápido?. Respiré aliviado. Pero también me sentí burlado. Me preocupé en balde por "El Mopis".
Cada vez que este can brón vaya detrás de mí le lanzaré un zapato. Exageré: Mejor una pedradita. No quiero reclamos de su dueño. Que ya ni me siga. No quiero andar allí, buscándolo como desesperado. Cuando salga detrás de mí, sin yo invitarlo, espero que su casita de cartón sea invadida de piñatas, o que sufra un mini ataque de plantitas carnivoritas. Pero que sean mini agresivas.