AFN POLÍTICO
DORA ELENA CORTÉS
TIJUANA BC DICIEMBRE DE 2017 (AFN).- En este fin de año voy a dejar el espacio de esta columna a mi padre Alfredo Cortés Cruz y no solamente por ser (o haber sido mi papá) sino porque lo que describe en un amplio artículo de 1965 en el periódico El Mexicano donde entonces laboraba, no sólo retrata una parte muy importante de la historia de nuestra ciudad, sino que consigna hechos, situaciones graves y problemas que se enfrentaron prácticamente en el “nacimiento” de Baja California como “Estado Libre y Soberano”, con un primer gobierno Constitucional.
Y no sólo eso, sino que el tema central que aborda cobra mayor importancia ya que tiene que ver con la historia del periodismo en Baja California, que como gremio nos incumbe y debe de interesar. Es una de las más amplias crónicas que hasta ahora he leído, con señalamientos directos, fuertes, así como con datos y situaciones que rodearon el asesinato del periodista Manuel Acosta Meza, quien viene a ser el primer comunicador ejecutado en la historia de Baja California.
Mi padre (como ha sido mi costumbre también) no solía guardar sus escritos, algunos de los cuales se “salvaron” porque mi madre los recopilaba para él, como muchos años después hicieron también mis hermanas con los míos. Por otra parte yo conocí crónicas que mi padre hizo sobre eventos sociales y deportivos, así también como notas periodísticas, de información general y policiacas, pero en éstas últimas no se reflejaba su forma de ser y de pensar por tratarse de informaciones que deben escribirse muy puntuales, sin opiniones ni juicios de valor.
Así es que aunque sabía que había incursionado en la información general y notas de denuncia, no me había tocado leer alguna como ésta, lo cual ahora pude hacer gracias a la gentileza del historiador José Gabriel Rivera Delgado quien dio con esta “pieza” histórica que habla del crimen ocurrido en julio de 1956 y le obsequió una copia a mi hermana Norma Yolanda. El trabajo periodístico tiene la cabeza: ¿Quién mató a Manuel Acosta Meza? Los dejo con Alfredo Cortés Cruz:
26 de julio de 1956
“Se manchó de sangre el primer gobierno Constitucional, asesinó a un “periodista” o fueron “chemitas” al servicio del Sindicato del lenocinio protegido por influyentes…”
Versión de Alfredo Cortés Cruz
Era la noche del 26 de julio de 1956, me encontraba formando la edición que debería publicarse al día siguiente del diario en que en ese tiempo prestaba mis servicios.
Estaba solo en la redacción y como si fuera “tic” nervioso veía repetidamente el reloj pues a más tardar a las diez debería finalizar mi trabajo.
Eran exactamente las 9:20 y el insistente sonar del teléfono me hizo tomar el auricular y contestar. Agitada en el otro extremo me dijo una voz: “Cortés Cruz, acaban de matar a Manuel Acosta Meza”.
No obstante estar acostumbrado a conocer hechos de sangre, porque estos a diario se publican en la prensa, me quedé anonadado, no lo quería creer, más la voz era clara y prosiguió:
“Su cadáver está en la puerta de su casa, le dispararon a “boca de jarro” y él o los asesinos huyeron a bordo de un automóvil”.
A esa llamada siguieron otras. ¿Cuántas? Muchas, no las recuerdo exactamente estimaba mucho a Manuel y me dolía infinitamente lo acontecido.
Varios amigos, que presentíamos ya lo que podía sucederle a causa de las publicaciones que hacía fustigando a funcionarios lenones y traficantes en una guerra sin cuartel en el periódico “El Imparcial” que editaba, lo habíamos prevenido ya.
Esa noche vi la farsa más grande que en mi vida reporteril haya presenciado. Los diversos cuerpos policiacos hicieron detenciones sin ton ni son y sólo el servicio secreto que tenía una pista, le fue impedido trabajar por poderosos intereses que se movieron rápidamente.
Se detuvo a Oscar Burgueño como uno de los presuntos responsables y hubo de dársele libertad al comprobar su inocencia por haber estado platicando a la hora del crimen con uno de los hermanos del occiso.
El policía Lagos Castañeda fue aprehendido también y pretendió inculpársele, pero comprobó que desde las seis de la tarde se encontraba de servicio especial en la cantina “La Gloria” y el “chivo expiatorio” a quien se procesó por este crimen que aún sigue impune, fue Manuel González Dueñas.
A éste la policía lo detuvo en su domicilio de la colonia Alemán y al registrar su casa sin orden judicial alguna, encontró de inmediato el “arma asesina” en un pajar. A la fecha, Dueñas debe encontrarse ya libre y el pueblo jamás aceptará esa farsa que las propias autoridades hicieron para tratar de calmar al pueblo y a los periodistas que indignados clamábamos inmediata justicia.
El Procurador del primer Gobierno Constitucional, licenciado Porfirio Sibaja, arribó a Tijuana con la promesa de “esclarecer el caso” y en las conferencias de prensa que concedió intentó burlar siempre a los reporteros presentando “chivos expiatorios” a los cuales afirmaba podía consignar simplemente por ser sospechosos. ¡Vaya aberración!
Muchas versiones hubo sobre el asesinato de Manuel Acosta Meza. Incluso alguien comentó que un “periodista” fue el asesino. Claro que el lector comprenderá que ese periodista es de los muchos que a sueldo tiene el gobierno para actividades incondicionales.
De haber sido cierto, poco tiempo vivió para contarlo. Otras versiones aseguran que los asesinos fueron los “chemitas”, los tristemente célebres pistoleros guardaespaldas que el gobernador de la entidad tenía y que en Mexicali asesinaron también, al impresor Fernando Márquez.
Más ¿por qué fue liquidado Manuel Acosta Meza y porque se nombra tanto a las autoridades y al “sindicato de lenocinio”?
La respuesta es muy fácil: Acosta Meza sin ser una pluma brillante, si era un hábil reportero. Trabajaba para una agencia noticiosa de Estados Unidos y un periódico de San Diego.
En la Década del 50, el lenocinio se encontraba en su auge, ni el gobernador Braulio Maldonado ni el presidente municipal de Tijuana, doctor Gustavo Aubanel hacían nada por frenarlo.
Las damas de la vida galante invadieron hasta los restaurantes céntricos de la población y se organizó el “sindicato del lenocinio”, explotando a las mujeres al otorgarse a compadres influyentes la concesión de “Los Kilómetros”, sitios elegantes donde las damas alegres eran explotadas, así como las personas que a los mismos acudían. Durante el tiempo que operaron, cientos de atracos ocurrieron a los turistas que eran llevados a dichos lupanares, los cuales fueron cerrados, no tanto por deseos expresos de las autoridades bajacalifornianas, sino por instrucciones del gobierno federal, quejas de las autoridades norteamericanas por los atracos a sus ciudadanos y por los cabareteros y lenones de la avenida “Revolución”, que vieron cómo las pingües utilidades que antaño recibían, ahora quedaban solo en las manos de los concesionarios de “ Los Kilómetros” cuyos nombres a la fecha no han variado mucho.
Acosta Meza, que había trabajado en la candidatura del gobernador Braulio Maldonado y del presidente Municipal doctor Gustavo Aubanel, del cual murió enemistado, amenazó repetidas veces con publicar una lista con los nombres de los regenteadores de los cuarenta principales lenocinios establecidos en la ciudad, la ubicación exacta y los nombres de funcionarios que los protegían.
Eso fue su sentencia de muerte.
Al auge del lenocinio en que tomaron parte activa varios parientes del gobernador en turno, contribuyó también la organización efectiva de las mujeres galantes, a las que se les quitó de encima el fantasma periódico de las razzias por los 25 dólares de multa, mediante la cómoda cuota de los tres dólares semanales, que deberían de pagar a la autoridad sanitaria estatal mediante la revisión semanal que aún se practica y con la cual tienen ahora como verdugos a las enfermeras o trabajadoras sociales de esa dependencia.
Todo lo ya expresado lo combatió Acosta Meza.
Repetimos, no era un periodista de carrera que conociera a fondo el lenguaje de los redactores de los diarios, tampoco era un experto en la técnica del taller, pero sí era muy entusiasta y activo y con su estilo de llamarle al pan pan y al vino vino.
En los meses que estuvo al frente del Diario ABC de ser un periódico sin vida, lo convirtió en el más interesante e hizo aumentar visiblemente su circulación.
Cuando el gobierno movió líderes y sobornó a redactores de ese órgano, Manuel se vio precisado a dejarlo y reanudar la publicación de un semanario que antaño había dirigido y que se llamaba “El Imparcial”.
Como sabía qué era lo que le gustaba al pueblo, en sólo un mes lo hizo circular abundantemente. La campaña que realizó también contra la cárcel pública donde se traficaba con drogas, se explotaba y robaba a los “quinceados” y se cometían una y mil fechorías fue otro motivo de disgusto para el gobierno.
En activa campaña demostró a las autoridades cómo a los reos se les podía dar buena comida, alojamiento higiénico y mejor trato, esto lo consideraron una ofensa y desde entonces ya su trágico destino estaba marcado.
Diversas opiniones, buenas y malas hemos escuchado sobre Acosta Meza, más de ello sólo puedo decir lo que en lo personal puedo corroborar en cualquier momento. Era amable por la buena y colérico y el peor enemigo cuando por la mala se le trataba.
Cuando fundamos la Asociación de Periodistas, fue de los cimientos más dinámicos y servicio vital para la celebración del único Congreso de Periodistas que celebramos. Cuando tuve el honor de ser presidente de esa agrupación fue mi más fiel colaborador y varias personas tienen en su poder aún las medallas de oro que en varias ocasiones otorgamos al “Ciudadano más Destacado”.
Cuando la suerte le volteó la espalda y la atención de varios de sus seres queridos reclamaba dinero para la compra de medicinas y no tenía dinero en sus bolsillos, nos tocó verlo ayudando a otros colegas o consiguiéndoles dinero con amigos, olvidándose de sus propios problemas.
Por la amistad que nos ligó le llamamos de diversos motes y por el sombrero que siempre usaba le llamábamos “Búfalo Bill”. Por mucho tiempo estuvo ayudando a braceros sin trabajo, dándoles techo y alimentos. El Día que estos creyeron tener oportunidad de cruzar la línea, hasta le soltaron palabras de grueso calibre cuando les habló de quedarse en México para labrar la tierra y hacer un país mejor y más próspero para sus hijos.
Van a cumplirse nueve años del artero crimen, yace por ahí empolvada una investigación de una agencia particular de detectives sobre el caso. El resultado sólo lo supieron tres o cuatro personas y el expresidente Adolfo Ruíz Cortines, quien por no manchar su régimen encarcelando a malos funcionarios optó por dar carpetazo al asunto.
Desgraciadamente, el paso del tiempo la defensa que del caso se hizo fue entibiándose por parte de quienes teniendo órganos de difusión podían hacerlo. Para muchos hubo la amenaza de un nuevo crimen o desaparición de sus familiares y para otros cobró vida aquella frase del expresidente Obregón relativa a “¿Quién resiste un cañonazo de cincuenta mil pesos?”.
Sólo sus amigos sinceros recordaremos a Manuel, cuya sangre derramada sirva posiblemente para gozar de la relativa libertad de expresión de que actualmente gozamos.
PD.- Ésta fue la crónica publicada el domingo 20 de junio de 1965 en el periódico El Mexicano, como ya se dijo, aunque muy seguramente a Cortés Cruz le tocó hacer en su momento la información de ese asesinato para la publicación en la que trabajaba, como otras muchas coberturas más que durante su vida periodística realizó. Ya las buscaremos.
PD1.- Increíble constatar cómo muchos de los sucesos narrados nos hacen pensar en tiempos actuales: “periodistas” vendidos al gobierno; funcionarios haciendo negocios, otros coludidos con el crimen y problemas de prostitución, lenocinio y otros que todavía subsisten en la ciudad, además del “cobro” para permitir el ejercicio de la prostitución, vestido de “certificado de salud”.
PD2.- Y usted ¿tenía conocimiento de la existencia de esos famosos “kilómetros” que funcionaban en la ciudad? En alguna ocasión me platicó sobre eso.
PD3.- Lo bueno es que siempre ha habido periodistas combativos.