Por: Dora Elena Cortés
Tijuana BC 30 de abril de 2015 (AFN).- En la mañana lluviosa del 20 de abril de 1988, el periodista y codirector del semanario Zeta, Héctor “El Gato Félix” fue asesinado, lo cual provocó una gran conmoción en la ciudad. Al llegar las primeras noticias, la gente no daba crédito a lo ocurrido, y aunque entonces no se tenían las herramientas tecnológicas con que contamos hoy en día, la noticia corrió como “reguero de pólvora”.
Yo estaba como subdirectora del periódico El Heraldo, un medio vespertino que para esos años solamente aparecía por tradición, pero que tenía una muy escasa circulación, después de haber vivido años antes sus mejores glorias.
Recién lo había adquirido el para entonces exgobernador de la entidad Roberto de la Madrid Romandía y mi llegada a este medio fue como parte de un compacto equipo que encabezaba, como director, el periodista Rogelio Lavenant Sifuentes, y en el que participaban, José Enrique García Sánchez como jefe de información y Manuel Cordero García como reportero.
Pese a las advertencias de algunos compañeros que nos sentenciaban que “un muerto no revive” -refiriéndose al periódico en mención- nosotros aceptamos el reto, bajo la condición de que se nos permitiera “hacer periodismo”, sin cortapisas, y esto fue aceptado por don Francisco de la Madrid Romandía, hermano del exgobernador, el cual fungía como intermediario en este asunto.
El primer día que nos presentamos encontramos una redacción desierta y poco entusiasmo del resto del personal. El extinto periodista Ramón Coronado, con la bonhomía que le caracterizaba, me dijo: “ni esperes; aquí el personal llega cuando quiere y algunos reporteros envían sus notas… no escriben en la redacción”. No lo creí pero pronto lo comprobé. No faltó quien llegara y dejara su información por debajo de la puerta de entrada y desapareciera tan rápido como se acercó al lugar.
Ante esto llamamos a “reunión de emergencia” y les advertimos a todos los que formaban la nómina, que las cosas cambiaron; que tendrían jornadas perfectamente establecidas de trabajo y que tendríamos que “revivir” este periódico para que volviera a ser lo que antes fue. Con no pocas resistencias las cosas empezaron a cambiar, y paradójicamente la muerte del periodista Félix Miranda, le dio vida a este medio.
Pocos meses habían pasado de que nos hicimos cargo de la dirección de “El Heraldo” cuando llegó la fatal noticia: ¡Asesinaron al Gato! Poco antes me había tocado compartir con él un viaje al que nos invitó la administración de la compañía aérea Mexicana de Aviación, con motivo de la inauguración de su ruta Tijuana-Zacatecas. Al igual que nosotros, fueron a ese viaje otros compañeros reporteros de diversos medios y que cubrían el aeropuerto, y en aquella colonial ciudad convivimos con periodistas. Y ahí constaté: Héctor Félix, quien derrochaba simpatía, en grupos como éstos se mantenía en total silencio, y tan sólo observando, lo que contrastaba con la personalidad irreverente que reflejaba en su columna diaria “Un Poco de Algo”, con la que podía “destrozar” a cualquier persona al revelar confidencias, en un tono “picante”.
Pasaban las diez de la mañana de ese miércoles 20, cuando trascendió la información; de inmediato llamé al director para preguntarle que si hacíamos una edición especial, y después de discutirlo autorizó que se “tiraran” (elaboraran) 10,000 ejemplares, que en ese entonces para el periódico era un “mundo”. Sentíamos la inquietud de la población por conocer a detalle lo que había ocurrido, y aunque pensábamos que gran parte de esos ejemplares se quedarían en bodegas, nos lanzamos a la aventura, a sabiendas de que allá afuera estaba toda una población ávida de conocer y entender qué es lo que había pasado.
Entre la sorpresa propia de saber que un compañero estaba tendido, como consecuencia de balas asesinas, y la convicción de que era nuestra obligación informar, nos pusimos a trabajar para llevar todos los pormenores de este fatídico caso, y es innecesario decir que la edición completa se agotó.
Pero concluida la misma, y ya en manos de los lectores, el trabajo no concluyó… Apenas comenzaba. Establecimos tareas y de inmediato iniciamos las labores de investigación que fueron extenuantes, con pocas horas para el descanso, y sin muchos antecedentes sobre hechos de esta naturaleza. Además, dentro de nuestra generación, y aquí en Baja California, un periodista no había sido asesinado. Cuatro años antes en el país, habíamos conocido la noticia del crimen en contra del también periodista Manuel Buendía.
En la Procuraduría de Justicia del Estado había total hermetismo; las investigaciones las encabezaba Gustavo Romero Meza, jefe de la policía judicial del Estado. Enrique García y Manuel Cordero buscaban información en la calle, en tanto que nosotros indagábamos con nuestros contactos en reuniones y desde la oficina. En la ciudad la gente estaba enardecida preguntando por qué había ocurrido esto y quién lo había asesinado, y fue impresionante la multitud que se reunió frente a la funeraria, en el centro de la ciudad, donde eran velados los restos de “El Gato”. Ahí, el entonces alcalde de la ciudad porteña de Ensenada, Ernesto Ruffo Appel, se subió a un vehículo y desde ese sitio arengó a los miles reunidos, exigiendo resultados en la investigación.
También una multitud acompañó el féretro del periodista, al aeropuerto “Abelardo L Rodríguez” para despedirlo, y presente en el lugar –luego se supo- viendo desde cierta distancia, se encontraba Victoriano Medina Moreno –ex agente de la judicial y entonces del grupo de seguridad del Hipódromo- quien días después, el 30 de abril fue capturado por los policías estatales como sospechoso este crimen.
Sin embargo, antes de esto la información seguía sin trascender, nosotros continuábamos haciendo nuestras propias investigaciones, en tanto que el gobernador Xicoténcatl Leyva Mortera presionaba a sus investigadores para avanzar en las pesquisas, temeroso de que se le fuera a “achacar” ese crimen. Eso ocurría, cuando repentinamente sonó el teléfono en la redacción del periódico. Me pasaron la llamada y solamente escuché la voz de un hombre que decía: “Jorge Hank lo mandó matar”. Y colgó.
Reporté lo anterior a Lavenant, y aunque nos pareció que trataron de hacernos una broma, empezamos a revisar todo lo que “El Gato” había escrito en torno al entonces joven concesionario del hipódromo de la ciudad. Hasta entonces solamente se le mencionaba, por su riqueza, y por ser el hijo del profesor Carlos Hank González, así como por su gusto las fiestas, de las que luego nos enteramos que con frecuencia asistía como invitado el propio periodista.
Luego, otra persona nos aseguró que los asesinos habían salido “del hipódromo”, por lo que intensificamos nuestras investigaciones en ese sentido y alertamos a nuestros reporteros en la calle. Éstos a su vez lograron involucrarse con las investigaciones y cuando se iba a cumplir una semana de ocurrido el crimen, se enteraron que ya había sido detenido Victoriano Medina y que se iba a hacer una “reconstrucción de hechos”.
Convenimos que para que en la Procuraduría no se enteraran de que ya traíamos la “pista”, los reporteros se tendrían que mantener haciendo guardia –con sus cámaras listas- desde un despacho ubicado frente a las oficinas de la policía judicial, ubicadas en la zona del Río, hasta que ocurriera algo que nos permitiera confirmar lo anterior y documentarlo. Pasaron algunas horas de mucho nerviosismo, hasta que García y Cordero se reportaron a la redacción diciendo que “empezaba el movimiento” y que estaban saliendo con el detenido, a un lugar no conocido, por lo que decidieron seguirlos.
Sacaron también de ese sitio, el vehículo TransAm de color oscuro, desde donde Antonio Vera Palestina habría disparado, y lo trasladaron –junto con Medina Moreno al escenario del crimen y luego ¡al Hipódromo! Hasta ahí llegaron los reporteros quienes nos informaron que se haría una “reconstrucción de hechos”, de la cual tomaron gran cantidad de fotografías.
Esto, si la memoria no me falla, fue entre la tarde del viernes 29 y la mañana del sábado 30, por lo que decidimos sacar otra edición especial, el sábado, pero ésta de ¡20 mil ejemplares! por lo que pedimos a todo el personal mantenerse en las instalaciones del diario, sin retirarse, no obstante que ya se había “tirado” la edición del día y que reporteros y trabajadores acostumbraban a departir por algunas horas, en un estacionamiento que estaba anexo al edificio. Decidimos no decir nada de lo que llevábamos de las investigaciones, para que no trascendiera, sin embargo todos intuían que ya traíamos algún dato concreto y preguntaban insistentes ¿quién fue?
En la edición previa del Semanario Zeta, el viernes 29, no se informaba nada de posibles sospechosos, ni de las investigaciones que se realizaban, y para ese momento, ningún otro medio tenía indicios de cuál había sido el motivo o quiénes, los que privaron de la vida al periodista. Nosotros por el contrario, ya traíamos los datos de Victoriano Medina, de Antonio Vera Palestina, una historia de cómo se había ejecutado el crimen y fotografías en exclusiva de la reconstrucción de hechos, y de una incursión que los policías judiciales habían hecho al hipódromo.
Durante toda la mañana y parte la tarde de ese sábado, estuvimos recibiendo llamadas telefónicas de compañeros y directivos de medios pidiéndonos un adelanto de lo que sacaríamos, porque había trascendido que preparábamos esa edición especial; otro nos ofrecían darnos el “crédito” para que les permitiríamos un avance, y compañeros de medios de Estados Unidos, llegaron y se quedaron con nosotros dentro de las instalaciones, en espera de que empezara a rugir la rotativa.
Afuera, las calles que hacían esquina, donde se ubicaba el viejo Heraldo, fueron cerradas por varios ciudadanos que escucharon en noticieros de la radio, que en este periódico estábamos a punto de sacar una edición especial, y como nunca vimos a una gran cantidad de “voceadores” esperando ansiosos para llevarse sus ejemplares. Fue necesario formarlos, con el ofrecimiento de que “para todos alcanzaría”.
Dentro del antiguo edificio nosotros nos comíamos las uñas por la presión, y sobre todo porque trascendió que esa misma tarde, la Procuraduría de Justicia del Estado haría –finalmente- una conferencia de prensa para presentar los avances. En ellos había nerviosismo porque saliéramos antes con la información, y en nosotros también, por aquello de que anunciaran los hallazgos, antes de que apareciéramos con la información, pese a que nos costó gran trabajo descubrir lo que ocurría.
A nosotros nos detenía el hecho de que no nos respondía a una solicitud de entrevista el ahora ex alcalde de la ciudad Jorge Hank Rhon, ya que habíamos decidido que no podíamos publicar una edición de esta magnitud, sin darle la oportunidad de que presentara su versión. Pedimos a los periodistas Enrique Tellaeche y a Jaime Chaides Bonilla, que para entonces ya se habían integrado con nosotros, al equipo de El Heraldo que lo buscaran, y como anunció que daría una conferencia de prensa al filo de la medianoche, tomamos la determinación de proceder a encender las máquinas. Con todo y eso, logramos sacar a tiempo esta histórica edición especial, por lo que cuando Romero Meza iniciaba su conferencia, ya todos dentro de la Procuraduría tenían un ejemplar de “El Heraldo” en sus manos.
Todo lo que sucedió esa tarde-noche en nuestro derredor: el esfuerzo realizado, además de la presión y tensiones vividas, tanto en el ejercicio periodístico como en el acompañamiento del periodista en sus últimas horas, nos hacía sentir como que todo lo que ocurría no era real. Esto se mezcló con las imágenes de ciudadanos leyendo esta nueva edición, con las luces de sus vehículos encendidas por la oscuridad de esa tarde, y los voceadores peleándose para conseguir los primeros ejemplares, no obstante que los periodistas del diario, hacían grandes esfuerzos por contenerlos y organizarlos.
Don Francisco de la Madrid, a nombre del exgobernador nos felicitó porque el nombre del periódico fue constantemente mencionado, posterior a esto, tanto en México como en el extranjero, y los periodistas lo seguían y estaban al tanto de los avances que lográbamos. Les sorprendió ver cómo este periódico, en pocos días incrementó de manera extraordinaria su circulación, y así siguió por pocos meses, hasta…
Hasta que el propio Roberto de la Madrid nos mandó pedir que le fuéramos “bajando” a los señalamientos y a las investigaciones, y que éstas se trasladaran de la primera plana, a la última página. Como nos negamos nos envió a un interventor, con un mensaje que decía: “Me llamó el profesor Hank y me dijo: Roberto… recuerda que Jorge es mi hijo”. Y así en poco tiempo terminó nuestra aventura y salimos del medio, al que renunciamos porque ya no se nos permitía trabajar.
El crimen de Héctor Félix Miranda se dio, cuando éste salió de su domicilio y transitaba por las calles Amado Nervo y Ramón López Velarde, con destino a sus oficinas de Zeta. La versión oficial desde entonces, fue que Medina Moreno -hoy ya libre después de 27 años de prisión- motivó a que el periodista -que lo conocía- detuviera la velocidad de su auto, favoreciendo con esto a que Antonio Vera Palestina, entonces jefe de seguridad de Jorge Hank, le vaciara la escopeta calibre 12.
Las investigaciones las realizaron los agentes: Sergio Barrios Trejo, Jaime Sam Fierro, Carlos Arellano Flores, Jorge Palomera y el propio comandante Gustavo Romero Meza.
Posterior al anuncio hecho por la autoridad, Jorge Hank Rhon rechazó haber ordenado el asesinato del periodista, afirmación que hasta hoy sostiene, en tanto que el periodista y también codirector del semanario, Jesús Blancornelas, siempre lo señaló de ser el autor intelectual de este crimen.
En alguna ocasión, estando yo como comentarista de XEC y responsable de la corresponsalía de El Universal de México en Baja California, coincidimos en una reunión privada con representantes de la Embajada de Estados Unidos en México, en el restaurante “La Diferencia” de la zona del Río. La representación del Consulado norteamericano en Tijuana, solamente nos invitó a dos periodistas: a Jesús Blancornelas y a mí para dialogar con los visitantes.
Un par de días antes yo había comentado en la radio sobre un aviso de la Sociedad Interamericana de Prensa, en el sentido de que se habría aprobado una revisión del caso del periodista, y Blancornelas me abordó al final de la comida para reclamarme el hecho supuesto de que yo habría dicho totalmente lo contrario, y se veía contrariado. Me sorprendió eso y le pregunté:
¿Usted me escuchó? Volvió a insistir y volví a preguntar: ¿Usted me escuchó? Y luego agregué: “Porque estoy segura que no lo hizo porque, de haberlo hecho se habría dado cuenta que leí lo que la SIP anunció y hasta entrevisté al aire al periodista de “El Universal” Roberto Rock, involucrado en estos trabajos de la organización internacional y que de viva voz transmitió la información, por lo que no pudo haber error.
Se turbó y me dijo que se lo “habían comentado” y que le “pareció extraño”. Aproveché el momento para preguntarle: “don Jesús, dígame… ¿Usted está seguro de que Jorge Hank Rhon mandó asesinar al gato? Y me sorprendió con su respuesta: “No me consta, me dijo, lo que yo sé, me dijo, es que “sus gentes” le habían estado insistiendo en que les dejara “calmar al gato”, y Hank les decía que no, pero, en una fiesta que tuvieron, continuaron presionando y él decía que no, y ya a punto borracho, lo volvieron a agarrar y él volteó y les dijo: ¡ayyy… hagan lo que quieran! Y aunque estaba borracho, para mí él es el responsable.
Nota: Cuando todavía nos encontrábamos dentro de la administración del periódico “El Heraldo” y ante una petición de la dirección de la Hemeroteca municipal que en ese entonces se estaba iniciando, obsequiamos toda la colección de este periódico para que formara parte de la historia de la ciudad.