El "Nuevo Pueblito" de Tijuana
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El "Nuevo Pueblito" de Tijuana

TIJUANA BC - lunes 26 de noviembre de 2018 - AFN.
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Por Atahualpa Garibay Reyes

TIJUANA BC 26 DE NOVIEMBRE 2018 (AFN).- Daniel "N" tiene apenas once años de edad. Ya recorrió varios miles de kilómetros y estuvo cerca de llegar a los Estados Unidos. “Dany”, como le llaman, ya se dio por vencido.

Llegó solo a la Caravana. Huyó de su poblado natal harto de la pobreza extrema. Alguien le contó de la “Caravana Migrante” y se sumó al contingente.

Hoy, acompañado por oficiales del Grupo Beta, pidió a los encargados del Módulo de Atención de la Organización Internacional para la Migración (OIM) que lo pongan en la lista de traslados voluntarios. Ya está cansado, desnutrido y enfermo. Quiere volver a Honduras.

Daniel, al igual que 5 mil 600 migrantes centroamericanos, ha pasado los últimos días en el deportivo “Benito Juárez”, que fue habilitado como refugio provisional por el Ayuntamiento de Tijuana.

En el refugio ya no cabe un alma. Los últimos grupos de migrantes que llegaron a Tijuana duermen en el exterior. Hacinados entre las banquetas, juntos, tratan de darse calor corporal porque el frío pega duro en la madrugada.

El albergue de la Zona Norte, es el nuevo “Pueblito de Tijuana”. La cantidad de personas aglomeradas, las casas de campañas improvisadas con cobijas, plásticos, las filas para tomar la ración de comida, hacen recordar al penal de La Mesa de Tijuana.

En la década de los ochentas y noventas la penitenciaria fue conocida como “El Pueblito”. Allí convivían los presos con sus esposas e hijos. Había tiendas de abarrotes, puestos de comida, el “panal”, como se le conocía una parte donde dormían cientos de reos hacinados.

El campamento de la “Caravana Migrante” luce como “El Pueblito”; “El nuevo Pueblito”, o la “Pequeña Honduras”.

Decenas de varones –jóvenes en su mayoría y delgados—recorren las instalaciones. Salen y entran. Afuera buscan al hondureño que vende los cigarros. Todos lucen una pulsera color naranja fluorescente. Esa les permite ir y venir.

“Cigarros, cigarros banda”, grita un joven que vende cajetillas de tabaco, imitando el acento de los vendedores de la Ciudad de México.

Nadie sabe de dónde sacan dinero para comprar cigarros, cerveza o carrujos de marihuana en su estancia, en la Zona Norte. Lo cierto es que sea de noche, mañana o tarde, un grupo importante de centroamericanos fuman el enervante en presencia de niños y mujeres.

Adentro, una carpa imponente cubre la mayoría de las casas de campaña que fueron entregadas a los primeros migrantes que arribaron. El campamento se localiza en el campo de béisbol y el área de cocina y de logística en lo que era el gimnasio.

Los baños de la unidad deportiva fueron insuficientes desde el primer grupo de migrantes. Ante ello fueron rentados baños móviles que se utilizan en eventos deportivos y artísticos. Las filas son largas para el uso de los mismos.

Temprano, los migrantes ya buscan alimento. Algunos tienen poco dinero y salen en busca de alimento a la tiendita de la esquina, o en las calles aledañas. La mayoría hacen largas filas. Separados hombres y mujeres y niños esperan los alimentos que se distribuyen en la cocina de la Secretaría de Marina-Armada de México.

Hoy les tocó carne a la mexicana con frijoles y arroz. De tomar chocolate caliente. Una mujer hondureña que no rebasa los 30 años, carga un menor de un año, y jala a sus dos hijas gemelas, si acaso de unos cuatro años. Formada en la fila, la joven le dice al periodista que “nos dio miedo (la violencia del domingo en 'El Bordo')”.

“Tenemos temor, pero ya estamos aquí”, dice. Ella dejó su lugar natal, Colón, en Honduras. Tiene una hermana que vive en Carolina del Sur, y confía en llegar hasta allá…Si Estados Unidos lo permite.

Reconoce que no fue de los migrantes que fue a la "marcha pacífica" –que culminó en un intento de cruce y persecución— pero desde el albergue a unos metros de la avenida Internacional y del Bordo, “vimos todo y nos dio miedo”.

En la unidad deportiva, decenas de mujeres se asean, lavan la poca ropa que tiene, otras colaboran en las actividades de limpieza del mismo refugio, mientras otras cuidan a sus hijos que corretea entre la parte de cemento y la cancha de tierra donde se hizo un lodazal.

Otros pequeños se divierten en los juegos infantiles, vigilados por sus padres. Empleados del Ayuntamiento de Tijuana, coordinan los accesos; un férreo control de las entradas y salidas.

Con tapabocas y chalecos con logos del Ayuntamiento, los servidores públicos desde hace diez días se reparten en turnos la supervisión del refugio provisional. Muchos de ellos ya se notan cansados.

No es para menos. El último corte del gobierno municipal daba cuenta que, a las 14:30 de la tarde del lunes, había allí 5 mil 738 migrantes centroamericanos. De esos, 3 mil 676 son hombres; mil 60 mujeres –más de 300 de ellas embarazadas--; 513 niños y 489 niñas.

Los varones que no son adictos prefieren jugar a las cartas para entretenerse. Otros cargan sus teléfonos celulares en grupo para mantenerse comunicados a cualquier hora. Los hondureños, en su mayoría, dedican varias horas a la red social “Facebook” para mantenerse informado de sus comunidades y sus familias.

Desde el viernes de la semana anterior, los reporteros tienen que solicitar un gafete en la Oficialía Mayor del Ayuntamiento de Tijuana para poder acceder al refugio. Hay un horario de 9:00 a 14:00 horas. Los integrantes de medios que quieran ingresar a tomar testimonios, fotos y video, simplemente no pueden.

El protocolo también establece que no se puede tomar fotos a los menores ni obligar a los migrantes a dar entrevistas. Afuera un grupo de observadores de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) caminan entre los migrantes, vigilando –según la versión de ellos—que se les otorgue un trato digno y que se respeten sus derechos humanos.

El personal de la CDNH es el mismo que ha levantado la voz cuando los policías municipales, han detenido a los centroamericanos fumando marihuana en la vía pública. Según el organismo, consumir la droga no es un delito.

Han transcurrido 24 horas de la “marcha pacífica” convocada por los lideres de la “Caravana Migrante”. La tarde del domingo, varios de ellos fueron vapuleados por agentes de la Oficina de Protección Fronteriza, que usaron balas de goma y gases lacrimógenos en su contra.

Hoy, es la primera vez que muchos de ellos hablan de rendirse. Un grupo pequeño accedió a la deportación voluntaria que ofrece el Instituto Nacional de Migración.

Otros como Daniel "N", pidieron ayuda en el módulo de atención del Organización Internacional para la Migración. Semanas después de iniciar la caravana, muchos de ellos lucen “quebrados”.

A diferencia de la marcha, esta vez los dirigentes de “Pueblos Sin Fronteras” no se ven entre el “río” de centroamericanos que se encuentran afuera y adentro.

La calle principal esta abarrotada de los inmigrantes. Igualmente unos 150 elementos de la Policía Federal, unos 50 policías estatales y otro medio centenar de municipales vigilan el perímetro. En las calles aledañas se encuentran estacionados al menos diez autobuses tipo turísticos.

“Sabe que nos van a llevar a otra parte”, presume uno de los migrantes al reportero. Ellos ya intuyen, huelen el operativo que se viene en el “Nuevo Pueblito” de Tijuana.

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